CAPITULO 3 - VERDAD O LOCURA


Todo fué repentino, fué tajante... un día yo
estaba sentada a la mesa con mi marido,
o con otras personas...comiendo bocados grandes,
sin necesidad de recurrir a cada momento a un vaso líquido...
unos días después, no podía tragar ni mi propia saliva.







A veces pienso que mi caso tiene mucho de psicológico.
En marzo de 2005,el mes en qué comienza la primavera,
para mi los días se tornaron grises.

Puedo describir rápidamente algunos acontecimientos
que fueron sucediendo: mi nudo en la garganta llegaba
a ahogarme, tanto que, mi marido veía que dormida estiraba
del cuello de mi pijama , para abrirlo más, acto reflejo
de la sensación de opresión.

Unas semanas antes fui a ver a mi doctora, por otro motivo  y le comenté esta sensación horrible de ahogo
todo el tiempo, y también al comer me molestaba un poco.
Luego de explorarme con una lúz la garganta, y aquellos palillos
de madera, como cuando se trata de una angina, me dijo que
podía tratarse de un globo histérico, que yo tenía estrés ,
que debía tomar infusiones de tila o de pasiflora y practicar yoga.
Me pareció aceptable, aunque estrés era extraño ya que había dejado
de trabajar, y en ese momento me dedicaba a mi casa y a lo que me gustaba.
Busqué pasiflora y tila, y aproveche de tomar infusiones,
porque me gustan, me relajan, y siento que me limpian.
Dan calidez y sensación de buena digestión. Una de las
cosas que más me gustan es una tacita de alguna infusión.

Con lo del yoga no le hice caso, debido a nuestra economía.
En aquel momento no me era posible.
Pero "el globo histérico" no remitía, cada vez era peor,
me sentía ahogada, ahorcada, como un hilo invisible
que presionaba mi cuello. Me dejé caer nuevamente
en la consulta de la Doctora Monserrat, "médico de familia",
la que dijo que no quería medicarme de tan joven,
pero sin enviarme a un psicólogo o psiquiatra
me medicó con un antidepresivo...

El antidepresivo hizo en mi el efecto de mil cafés fuertes,
hasta mis manos temblaban. Se lo comenté, decidí
dejarlos. Pero, me los recetaba con algún tipo de control?
Para ese entonces yo ya tenía fama de "hipocondriaca"
según el historial médico que me había legado
la "profesional" doctora Montserrat...

Luego de aquello se fueron sucediendo más episodios,
como la muerte de un familiar de mi marido, al que conocía poco
pero que me afecto enormemente. Algunos rumores (quizá algo
a lo que debí hacer oídos sordos) sobre mí, sobre lo
mala ama de casa que era, más los momentos excesivos de soledad
por el trabajo de mi marido. Algunos conflictos con los familiares,
y tantas cosas que no aportaban, solo restaban. Todo me afectaba, pero se iba a mi garganta... y tal vez la falta de alguien de confianza con quien hablarlo iba haciendo la bola de nieve más grande.

Y un día, recuerdo , se festejaba el carnaval, aquí la gente se
disfraza, hacen marchas en la calle... aunque hace mucho frío
es demasiado divertido para perdérselo.
Al día siguiente me desperté y me sentía muy mal, tenía mi período.
Para los dolores yo tomaba unas pastillas con un tamaño considerable que contenían ibuprofeno, las había comprado en Argentina, y me daban un alivio muy rápido.
Las pastillas eran de color esmeralda, y su textura como gelatinosa por fuera, para que se disolviera más rápido.

Era un domingo, mi marido estaba en casa... mi dolor era tan
intenso que...debía tomar aquella pastilla.
Bebí un sorbo de agua, e intenté tragar esa pastilla...
cuando sentí la pastilla al comienzo de mi garganta,
creí haberlo hecho mal...
creí que esa pastilla no iba bien, no estaba en el lugar
correcto, es decir, no sé si era sensación o realmente estaba
sucediendo, pero no podía respirar, y la pastilla estaba pegada
ni aún bebiendo agua, se iba la sensación de ahogo,
mi corazón se aceleró y pedí ayuda a mi marido,
no sé como explicar, que tenía algo atorado en la garganta,
y aunque tragaba seguí allí, dificultando mi respiración,
haciendo que sufra un ataque de pánico,
un momento de locura, sentí que todo estaba mal,
que tapaba mi conducto de respiración. Mis ojos vidriosos
pedían ayuda a mi marido, tomé sus manos y mis manos estaban sudadas.
me arrodillé, y golpee el piso con mis manos.
me quedé encogida, como un niño con mucho miedo.
poco a poco, iba sintiendo mi respiración más lenta...
la pastilla iba bajando por el esófago, lentamente...
su textura no era la ideal para mi, era como si fuera pegándose
y no hubiera suficiente humedad para pasarla...
Me puse de pie, y pensé que había pasado un momento
parecido, pero mucho más breve, el mes pasado,
tomando la misma pastilla.

Aquel episodio, fué bastante traumático para mi, siempre
pensé que haber recibido la ayuda adecuada en aquel momento
y sin perder tiempo, me hubiera ayudado
a no tener miedo al tragar alimentos sólidos.

Luego de aquél momento, no podía ni tragar mi saliva,
era espesa, me obsesionó la idea de pasar por la
misma situación.
Era desesperante, si yo no podía tragar mi saliva, tampoco
volvería a tragar alimentos?
Entonces mi cabeza así lo programó,
así de frágil es la mente humana,
así de sensibles somos, que basta un episodio de pánico
absoluto, para tomar una actitud, y si no recibes atención
o comprensión por parte de profesionales...la bola de nieve crece
a pasos agigantados...

A partir de aquel día, mi vida se volvió una lucha,
Aquel día  no  comí el almuerzo (aunque lo intenté)
no merendé, no cené. Cada momento que tragaba, la comida se
me quedaba en la garganta...
Intenté con trozos pequeños, pero era inútil, otra vez
aquella sensación de ahogo, de miedo extremo.
Esa noche fuimos a urgencias, la misma desolación que yo
sentía la llevaba mi marido. No sabíamos que empezaba
con esa visita de urgencia un largo camino de visitas,
pidiendo respuestas, explicaciones, contención, comprensión.
Peregrinando por mi vida, por volver a comer...


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